Puede parecerlo a simple vista, pero Frummys no es una gominola más. Detrás de su forma divertida y su sabor intenso hay una revolución silenciosa: la de un dulce que no necesita azúcar añadido para enamorar.
El equipo detrás de Frummys tenía una idea clara: ofrecer una alternativa real a las golosinas ultraprocesadas sin perder el placer de comer algo rico. ¿Cómo? Usando solo fruta. Nada más. Ni conservantes, ni colorantes, ni promesas vacías.
La textura también es parte del encanto. Frummys tiene una mordida suave, natural, alejada del rebote artificial de las gominolas convencionales. Y lo mejor: puedes comerlo sin culpa, sabiendo que es apto para toda la familia.
No se trata de sustituir lo industrial por algo “más sano”, sino de repensar por completo el concepto de gominola. Frummys es otra cosa. Y quien lo prueba, lo sabe.